Toni

Andrés-Edgardo Godoy Torres 
Departamento de Ciencias Políticas 
Facultad de Ciencias Sociales, UPRRP 

Recibido: 17/09/2025; Revisado: 24/11/2025; Aceptado: 24/11/2025 

Se siente bien por fin encontrarme en las memorias de tus brazos calurosos nuevamente, aunque no debería tener el derecho.  
Fueron largas las noches incesantes que anhelaba verte otra vez.  
Solo en mis peores pesadillas deseando lo imposible pensaba en todo lo que te diría al verte nuevamente.  
Sin embargo, ahora mismo con la garganta atragantada de culpa solamente me salen cinco pobres palabras de las millones que anhelo susurrarte al oído.  
Perdóname, por favor, por todos mis pecados hacia ti.   
Permíteme relatarte, por favor, nuevamente nuestra historia juntos como forma de arrepentimiento.  

Apenas éramos dos semillas germinando del suelo en el que nos tocó arbitrariamente.  
Siempre nos encontramos persiguiendo la atención de nuestro mismo padre sol, buscando el amor afectivamente atentivo de nuestra madre agua y prosperando hacia ser robles hermosamente altos nutriéndonos de nuestro entorno tierra.  
Crecimos, como todo niño, llenos de ambición, aspiraciones y sueños inimaginables sobre lo que guardaría el futuro.  
Éramos como raíces de un mismo árbol hecho de titanio, no había tormenta ni hacha que nos separara.  
No importaba la adversidad, estaba seguro de que siempre ganaríamos.  
Nunca tomé en consideración el cómo los peores enemigos no son aquellos externos a uno, sino los demonios que uno guarda en el mismísimo corazón escondidos.
Perdóname, por favor, por mi ignorancia  

Vivimos las mismas cuatro estaciones cíclicas.   
Todo empezó con la primavera, en la que nacimos rodeados de otras numerosas flores.  
Sin embargo, apenas habías abierto tus ojos y ya eras la estrella favorita de todo un pueblo entre todas las otras flores.   
Nunca salía de mi cabeza el hecho de que eras especial, pero no sabía qué, en particular, hacía que tú fueras así, pero no yo.  
De forma que, tales días de alabanza como un dios no daban indicios de nunca acabar en mi entender.  
Luego nos arropó el verano caluroso con el cual la única salvación del pueblo del calor eran tus refrescantes sonrisas ante la adversidad.  
Todo el mundo las consideraba especiales, hasta yo.  
Verdaderamente, eras una flor ejemplar entre todas debido a tu cara deslumbrante.  
¿Se me hará posible en algún momento replicar tu actitud fogosa ante el mundo?  
No obstante, con la llegada del otoño tu cara tomó un tono más sombrío y apagado como la llama que era antes.   
Te notaba más pensativo y enredado en el laberinto de cuatro paredes que era tu mente.  
Tus ambiciones habían crecido demasiado, tanto así que empezaste a hablar sobre cosas que para mí eran sin sentido.   
Hablabas sobre transformar tus raíces en patas y caminar en dirección hacia donde nuestro padre sol se nos despedía.  
Soñabas espaciado mientras comentabas sobre cómo tus hojas renacerán en alas estrechas que acompañarán a las aves sin duda.  
Declaradas tus intenciones, no pude parar el veneno más peligroso en existencia que se me esparció sobre todo mi tallo, la envidia por fin prospera.  
Empecé a detestar tus sonrisas que tan alegres me hacían antes y me alejé de tus amorosos abrazos.  
Ya para cuando finalmente llegó el invierno, lo único que había entre tú y yo era un espacio vacío frío de lo que antes era una hoguera viva de amor.  
Perdóname, por favor, por haberme alejado.  

Yo no fui el único que se distanció, pero definitivamente fui el más traidor, un Judas hecho carne y sangre.  
Algunos pocos al escuchar de tus puras fantasías te empezaron a divisar con indiferencia misericordiosa, pero otros crueles te observaban llenos de disgusto, odio y puro rechazo.  
Eventualmente nuestro padre sol y madre agua se enteraron de las blasfemias que pregonaba tu boca en contra del “orden natural".  
Se presentaron ante ti llenos de furia y tú los miraste sin ningún indicio de miedo, adentrándote en el ojo del huracán.  
No existía un mundo en donde logras convencerlos y tú lo sabías, pero te mantuviste igual de firme que un carvallo.  
Con tu sentencia tallada en piedra lo próximo que siguió fue tu condena.  
Fuiste destripado de toda humanidad, teniendo que vivir el resto de tu vida aislado.  
La gran estrella divina ahora una caída sin nadie quien la vislumbre.  
Todo por el mero hecho de soñar y querer ser más de lo que la vida te propone.  
Perdóname, por favor, por no haberte comprendido.   

Un día en que el mundo me proveyó con una oportunidad para remediar todos los males hechos, te presentaste nuevamente ante mí.  
Tus pétalos estaban caídos, tu tallo doblado y tus hojas amarillentas repletas de mordidas por orugas.  
Eras lejos de ser la flor que eras al principio.  
Lo que parecía ser tu armadura ideológica impenetrable empezó a dejarse denotar de huecos gigantescos.  
Te sentías solo, feo, estúpido, triste, vacío, sin propósito, sin amor, todo lo que originalmente eras tú ya no lo tenías y no veías camino claro de como encontrarlo nuevamente.  
Me duele admitirlo, pero seguía odiando cada parte de tu ser.  
El escuchar tu alma romperse en pedazos era como música para mis oídos.  
El ver tus intentos de pegar lo poco que quedaba de tu ser era mejor que cualquier teatro existente.  
El sentir tu cuerpo agarrarse desesperadamente de mí mientras expulsaba la poca agua dentro de tu cuerpo por medio de lágrimas me llenaba de una sensación divina.  
Todo seguía su curso natural, quienes se aventuran a controlar el fuego inevitablemente serán consumidos por el mismo, necesitabas aprender.  
Todo esto para poder justificar los sentimientos de inferioridad y mediocridad que sentía hacia ti.  
Lleno de agrios venenos te dije: “tú siembras lo que cosechas, y tú lo único que sembraste fue hierba, así que cosechaste hierba”.  
Al escuchar esas palabras vi la poca esperanza en tus ojos ser asesinada, ya el fuego había sido extinguido y fui yo quien lo hizo.  
Ya no había más que envidiar.  
Perdóname, por favor, por haber disfrutado de tu miseria.    

Te lastimé tanto, sin embargo mi verdadera pena apenas ha comenzado a vislumbrarse, nunca olvidaré ese día.    
Pensé que te había visto en tu peor momento, pero estaba extremadamente equivocado.  

Cuando te vi colapsado en el suelo.  
Tus ojos sin ninguna luz reflejada en ellos.  
Tu sonrisa caída.  
Tu rostro de horror plasmado.   
En tus manos una jeringuilla.  
Tu cuerpo inyectado de herbicida.  
Sin aire que saliera ni entrara.  
Tu corazón detenido.  
Tu dolor finalmente ha adormecido.  
Con tu sangre en mis manos.  
Perdóname, por favor, por haberte matado.  

¿Qué he hecho?  
No poseo salvación, no merezco perdón.  
Por mi culpa el mundo ya no volverá a ver tu cautivadora sonrisa.  
Apagué un fuego capaz de traer luz al mundo entero.  
Merezco solamente el peor castigo posible en el mundo.  
Por eso, me comprometo a nunca olvidarme de mis faltas y continuamente revivir los peores momentos que yo he sido como ser humano.    

Se siente bien por fin encontrarme en las memorias de tus brazos calurosos nuevamente, aunque no debería tener el derecho.  
Fueron largas las noches incesantes que anhelaba verte otra vez.  
Solo en mis peores pesadillas deseando lo imposible pensaba en todo lo que te diría al verte nuevamente.  
Sin embargo, ahora mismo con la garganta atragantada de culpa solamente me salen cinco pobres palabras de las millones que anhelo susurrarte al oído.  
Perdóname, por favor, por todos mis pecados hacia ti. 
Permíteme relatarte por favor nuevamente nuestra historia juntos como forma de arrepentimiento. 

(Toda esta historia narrada desde la parte más baja del infierno)  


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Posted on December 12, 2025 .