Reorientación a Freud: Claves psicoanalíticas para pensar lo cuir

Frank A. Alonso Cintrón
Departamento de Psicología
Facultad de Ciencias Sociales, UPR RP

Resumen

El psicoanálisis presenta contribuciones teóricas aprovechables para comprender los temas de sexualidad y género y, por ende, para complementar la teoría cuir y sus aplicaciones. Además, dado a que la lucha de voces cuir va cogiendo mayor auge, es pertinente investigar maneras novedosas y comprensivas de entender la sexualidad y el género. Por tal razón, es importante rescatar las propuestas psicoanalíticas que aportan a esta tarea y reorientarlas adecuadamente. Partiendo de esto, este artículo propone discutir las teorías freudianas y lacanianas para entender su relevancia en la teoría cuir, junto a aportaciones psicoanalíticas recientes que abarcan el tema en sí.

Palabras claves: psicoanálisis, teoría de género, sexualidad, Lacan, Freud

 

Abstract

Psychoanalysis sets forth theoretical contributions that are useful for comprehending matters related to gender and sexuality, as well as complement queer theory and its applications. Since queer voices’ struggles have been receiving more attention, it is pertinent to research new and comprehensive ways of understanding sexuality and gender. For this reason, it is important to rescue psychoanalytic proposals that advance this task and realign them accordingly. Taking this as its starting point, this article proposes to examine Freudian and Lacanian theories to understand their relevance within queer theory, as well as discuss recent psychoanalytic contributions that explore the topic. 

Keywords: psychoanalysis, gender theory, sexuality, Lacan, Freud

 

Introducción ¿Para qué el psicoanálisis?

A medida que el paradigma popular acerca de la sexualidad y el género va cambiando, pasando de concepciones binarias tradicionales y conceptualizaciones más hegemónicas de la identidad, las vías a través de las cuales entendemos a nuestros cuerpos y nuestra sexualidad también van cambiando. Este cambio, a su vez, hace más pertinente la tarea de establecer maneras comprensivas de entender estos mismos asuntos. De ahí surge la necesidad de utilizar, elaborar y desarrollar teorías que permitan tanto a individuos cuir, como a investigadores, abarcar el tema de tal manera que facilite el conocimiento real de este. Además, sustentándose de la teoría y de la producción de conocimiento científico al respecto de estos asuntos contemporáneos es que luego se pueden desarrollar los discursos adecuados para fomentar el progreso constructivo de la educación acerca de la sexualidad y el género en nuestra sociedad. Adicional a esto, con el apoyo de la teoría, se pueden desarrollar las intervenciones necesarias para ayudar a los individuos pertenecientes a la comunidad LGBTQI+ y llevar a cabo la acción social de manera efectiva (Fernández Riquelme, 2017). Dado a que estas personas experimentan tremendas dificultades por sus identidades, ya sea por factores personales tales como el habitar un cuerpo distinto al que se le impuso (Gherovici, 2017) o factores más externos como el discrimen (Gruberg et al., 2020), es hasta más urgente llevar a cabo la tarea de pensar en formas novedosas de entender y ayudar a personas cuir.

Partiendo de esta necesidad, en este artículo se estará explorando la importancia de la teoría psicoanalítica para desarrollar un entendimiento comprensivo de los fenómenos relacionados a la sexualidad y la identidad de género en cuanto se trata del proceso individual que una persona experimenta, los factores sociales que influyen en este, tanto de manera positiva como negativa, y las maneras que estos se pueden trabajar dentro de un contexto clínico. Además, parece importante discutir el psicoanálisis en este ámbito, dado a que es una teoría que presenta una gran oportunidad, tanto para la psicología como para la filosofía, para entender al género y la sexualidad como fenómenos fluidos y sobredeterminados que surgen a partir de una relación dinámica y compleja entre el individuo, las personas cercanas a este, el lenguaje y la sociedad. Adicional a esto, el psicoanálisis ha sido una disciplina que a lo largo de su historia se ha preocupado por entender la sexualidad del sujeto y que ha elaborado explicaciones acerca de esta que también tienen implicaciones para el desarrollo de la identidad de género (Alfandary, 2019). No solo esto, sino que el psicoanálisis ha ocupado un rol crítico en la historia de la transición sexual (Gherovici, 2017). Más allá de facilitarnos una comprensión de la sexualidad, esta disciplina también ha desarrollado maneras de entender las dinámicas de poder que se establecen en sociedad, que a su vez tienen un rol importantísimo en la formación del sujeto y de su identidad.

No obstante, aunque las teorías freudianas facilitan una comprensión compleja de la sexualidad, el género y la subjetividad, y han sido aplicadas contemporáneamente para facilitar una conceptualización positiva de lo cuir, en la historia del psicoanálisis ha habido una tendencia a patologizar “géneros y sexualidades no-normativas” (Gherovici, 2017, p. 23). A pesar de que las teorías de Freud y Lacan no apuntan a esto, psicoanalistas a lo largo del siglo XX han producido lecturas y prácticas derivadas de dichas teorías que conllevan actitudes homofóbicas y transfóbicas. Dicha trayectoria es imperdonable y solo acentúa la necesidad imperiosa de reorientar a la teoría y práctica psicoanalítica, de tal manera que se escuchen las voces cuir y se deje orientar por las experiencias que estas aportan en escenarios clínicos. Esto con el fin de llevar a cabo las elaboraciones teórico-prácticas pertinentes para desarrollar una disciplina inclusiva que aporte a la actividad política de asegurar la justicia, el trato igual y el bienestar que personas cuir merecen. Por tal razón, es de suma importancia rescatar las teorías psicoanalíticas que puedan servir para estos propósitos y producir lecturas apropiadas de las mismas.

Dicho eso, para poder apreciar estas aportaciones a los estudios de la sexualidad y el género, primero es necesario establecer y explicar de manera breve las posturas del psicoanálisis ante la relación mente-cuerpo, las elaboraciones lacanianas de la formación del sujeto, la teoría freudiana de la sexualidad, junto a otras contribuciones psicoanalíticas recientes que trabajan la cuestión del género en sí. En el contexto de este artículo, lo “cuir” se puede entender como todo aquello relacionado al tema de géneros, sexos u orientaciones sexuales que retan la heteronormatividad.

 

Nadie sabe lo que sufre un cuerpo

La postura de Freud ante el problema de mente y cuerpo se ha caracterizado como novedosa y, por lo general, se contrasta al tipo de dualismo que era popular en su época (Dumitrescu, 2013; Smith, 2017). Para ese entonces, un gran número de filósofos y científicos se adscribían a una teoría dualista proveniente del pensamiento de filósofos tal como René Descartes, la cual postulaba que la mente era un ente totalmente diferente al cuerpo (Descartes, 2018). Según la creencia cartesiana, la mente es opuesta al cuerpo y constituye una sustancia esencialmente separada, dado a que lo que la caracteriza es el pensamiento, mientras que lo que define al cuerpo es la extensión espacial. También existía una noción general del cuerpo como el límite del alma y como algo que dominaba a esta, idea que se puede trazar hasta el pensamiento platónico (Platón, 2004).  Freud oponía esta concepción, a cambio postulando la existencia de una psiquis humana, la cual estaba íntimamente vinculada al cuerpo a través de la sexualidad (Silverstein, 2020) y la cual mantenía una relación recíproca significativa con el cuerpo (Freud, 1890/1953-74). Tanto así que, radicalmente retando la concepción platónica, postuló que había casos en los cuales la mente afectaba más al cuerpo que el cuerpo a la mente. Para elucidar esto, Freud discutió el efecto que las emociones tienen sobre nuestros músculos dando ejemplos de cómo nuestros cuerpos reaccionan, ya sea de manera positiva o negativa, a cómo nos estamos sintiendo. Ya aquí se puede apreciar cómo el teórico estaba trabajando y proponiendo una psicología que estaba sumamente preocupada con el cuerpo.

Asimismo, la psiquis que elaboró Freud es una radicalmente distinta a esa mente cartesiana que se distinguía por el pensamiento racional y consciente. Para este, el sujeto es esencialmente irracional y su psiquis tiene una cualidad inconsciente significativa, que, tras la internalización y represión de fenómenos que interactúan con nosotros de manera consciente, almacena deseos, fantasías, memorias traumáticas y pulsiones desconocidas (Freud, 1933a). Según Freud, esta psiquis está compuesta por tres regiones que constantemente están interactuando de manera económica y dinámica, negociando entre exigencias pulsionales que vienen desde adentro y exigencias sociales que vienen desde afuera. Estas son: el Superyó, el cual sirve como la ley dentro del sujeto (Lacan, 1997) y ejerce una función extrema de vigilancia y castigo para asegurar que el sujeto cumpla con las exigencias morales de la realidad social que le son inculcadas a través de la crianza y la socialización (Freud 1933a); el Ello, el cual representa un campo lleno de pulsiones inconscientes que buscan su descarga en la realidad, sirviendo como fuerzas constantes (Freud, 1998) que animan al sujeto y lo mueven hacia la realización de varias metas; y el Yo, el único que se puede entender como representante de la cualidad consciente del sujeto, el cual tiene la responsabilidad de mediar entre exigencias sociales y exigencias pulsionales (Freud, 1930; 1933a). Tanto para Freud (1933a) como para Lacan (1997), el individuo comienza desde un punto donde lo único que hay es el Ello, tras el cual, como requisito de la existencia social del individuo, surge la necesidad de represión y con ella, la formación del Yo. Después de esto es que surge el Superyó, como la internalización psíquica de la moral. Ya aquí vemos cómo Freud rechaza a la consciencia unitaria y cognoscible propuesta por Descartes y, en vez, propone a un sujeto sumamente más complejo, cuya estructuración subjetiva va deviniendo según sus experiencias infantiles.

Dicho eso, a pesar de que el Yo y el Superyó se pueden entender como entidades “conscientes”, aún tienen un aspecto inconsciente e irracional significativo, tanto así que Lacan (1997) ha caracterizado al Superyó como una estructura congruente con la noción de la ley, pero que actúa más bien como una “ley insensata” (p. 161). Por esta misma razón es que el proceso de mediación entre exigencias pulsionales puede manifestarse como una experiencia intensa, que jala de espacios desconocidos a nosotros y que produce momentos de tremenda angustia. El proceso a través del cual el sujeto reprime pulsiones que confligen con las normas socio-culturares puede ser uno de gran severidad, que no solo rige la conducta del individuo, sino que también impacta la estructuración subjetiva del individuo como tal y, por ende, también afecta su cuerpo. Esto es hasta más evidente durante la crianza de los infantes, cuando la subjetividad e identidad de estos se están formando por primera vez, junto a la interiorización simbólica de las reglas que han de seguir y a través de las cuales se formarán como individuos dentro de una realidad social (Lacan, 1997).  Además, como señala Freud (1933a), eso que ha sido reprimido por el individuo no deja de existir para este, sino que permanece en el inconsciente y hasta logra manifestarse de maneras nuevas, usualmente escondido como un síntoma psicosomático o alguna otra manifestación criptica.

Ya, al abarcar estas teorías, se puede ir apreciando las aportaciones importantísimas del psicoanálisis para entender cómo es que las normas que se le inculcan a un individuo desde la niñez, proceso que conlleva un ejercicio estricto de poder, van teniendo un efecto colosal al momento de formar las subjetividades y los cuerpos de estos (Butler, 1997). No solo esto, sino que el emplear las teorías psicoanalíticas de la relación mente-cuerpo facilita entender los conflictos internos que se dan cuando un sujeto no cumple con las expectativas y reglas que se le imponen desde el nacimiento. Yendo más lejos, esto también facilita comprender la experiencia angustiante que surge cuando un individuo se siente fundamentalmente incapaz de encarnar el cuerpo que la sociedad quiere que encarne, cuando el ser del sujeto se encuentra en una encrucijada urgente, cuyos efectos invaden hasta los nichos más íntimos de la existencia de este (Gherovici, 2017).

 

Este espejo no me favorece

La cuestión del desarrollo y la influencia de la sociedad sobre este se complica más cuando tomamos en cuenta la teoría de Jacques Lacan, que incorpora la lingüística estructural, junto a claves más filosóficas, en el pensamiento freudiano. Para Lacan, la constitución del sujeto—refiriéndose al proceso a través del cual surge esta división psíquica—, la subjetividad del individuo y su identidad constituyen asuntos aún más elaborados (1997). Este elabora una explicación del desarrollo y la estructuración del sujeto que considera tanto la importancia del lenguaje, en su función de sistema que rige y condiciona nuestra manera de entender y construir el mundo, como la de los significantes que nos habitan de manera psíquica. A fin de lograr esta explicación, Lacan emplea el uso de “tres sistemas de referencia” (p. 119), lo que él denomina: lo real, lo imaginario y lo simbólico. Estos tres registros respectivamente se pueden definir de manera sumamente resumida de la siguiente forma; primeramente, el plano primordial de la experiencia individual, el cual elude cualquier tipo de definición y categorización y en el cual las pulsiones, los deseos e instintos coexisten de manera caótica y desorganizada, sin diferenciación alguna. En segundo lugar, el campo subjetivo del cual surge el Yo del individuo y la comprensión de uno mismo como sujeto con vida psíquica interna separada del mundo externo, epifanía que lleva a la separación del sujeto de lo real. Por último, el mundo lingüístico en el cual se posiciona el sujeto y a través del cual se constituye la realidad social. Según Lacan (1953), el individuo se desarrolla por estos tres registros, los cuales perdurarán en la actividad psíquica del sujeto a lo largo de su vida, interactuando en constante tensión. Dicho esto, para entenderlo mejor, es pertinente considerar su teoría del estadio del espejo y la inclusión de la influencia decisiva del Otro en la vida psíquica.  

De acuerdo con lo que Lacan (1997) propone, el yo del sujeto surge tras la introducción del registro imaginario en la psiquis, evento que se da durante el estadio del espejo. En este, el infante se mira en un espejo por primera vez y se fija en el hecho de que hay una incongruencia significativa entre cómo experimenta su interior y cómo experimenta su cuerpo exterior. Esto provoca dos reacciones en el sujeto. Este, al momento de enfrentarse a su imagen, desarrolla una concepción imaginaria de su cuerpo como un ente unido y coherente que se puede dominar, lo cual le permite entenderse como un ser encarnado en el mundo, y a la vez experimenta una “alienación fundamental” (Lacan, 1953, p.193), con la cual se percibe como ajeno a sí mismo y su ser, y se “concibe distinto, otro de lo que él es” (p. 128). Esta alienación es sumamente importante ya que, según el teórico, esta “forma parte de una dimensión esencial de lo humano” (p. 128) y es a través de esta que el sujeto capta que él mismo también es un otro que puede ser tomado como objeto y alzado a un nivel de lo ideal. Es en este nivel donde se le imponen expectativas con las cuales cumplir, que a su vez erigen un punto de comparación inflexible e inconsciente, que proviene de los deseos y discursos del otro. De aquí, Lacan nos explica que el sujeto percibe “su ser en una reflexión en relación al otro” (1997, p.193), lo cual va de la mano con su fórmula de que “el inconsciente es el discurso del otro” (1997, p.137).

Con esto, la teoría lacaniana facilita entender a la subjetividad del individuo y su identidad como procesos que siempre están mediados por el lenguaje y por la relación con el otro. Además, con el estadio del espejo, podemos comprender cómo es que un individuo que se mira en este ve una imagen de su cuerpo y rápido piensa en lo que este debe de ser y cómo dominarlo de tal modo que se pueda cumplir con las exigencias sociales. Sin embargo, la experiencia de sentirse distinto a lo que uno percibe en el espejo persiste y esto resulta en una enajenación intensa.

 

La sexualidad como un modo de ser

 Según Valsega, “la sexualidad propuesta por el psicoanálisis es una que desborda la biología” (2015, p. 9). Es una caracterización justa y adecuada, dado a que Freud fue más allá de consideraciones biológicas al momento de explorar y teorizar acerca de la sexualidad humana en sus escritos. Para Freud (1905), la sexualidad de un individuo resulta de dinámicas complejas psíquicas que se van dando en la niñez y que son incitadas por las experiencias del sujeto ante sus pulsiones, sus relaciones familiares, sus identificaciones con individuos cercanos, las exigencias sociales y el inconsciente. Así, Freud caracteriza a la sexualidad como un proceso sobredeterminado, que pasa por ciertas etapas de desarrollo y que a su vez influye en el desarrollo subjetivo del infante. Además, es vista como un fenómeno muy complejo que parte desde un estado desorganizado, o libre, y poco a poco se va estructurando según la crianza, las relaciones entre el infante y sus padres y las exigencias socioculturales de su contexto.

 Al momento de elaborar sus teorías acerca de la sexualidad, Freud (1905, 1933b) parte de la propuesta que el individuo contiene una bisexualidad fundamental, donde la diferencia sexual y de género no se puede reducir a un asunto anatómico, sino que devienen según el desarrollo del infante y se hace presente tanto en la psiquis como en la conducta (Alfandary, 2019; Valsega 2015). Para Freud (1905), un infante experimenta una sexualidad polimorfa, que no tiene meta determinada por la biología (Valsega, 2015) y que se dirige hacia diferentes destinos, a través de distintas manifestaciones y que es hasta significativamente autoerótica. Incluso, Freud (1905) postulaba que la libido era la misma tanto para el hombre como para la mujer. Es esta misma la que va organizándose y cogiendo una dirección más fija según el sujeto se va formando dentro de su contexto particular, hasta que el sujeto se enfrenta con la necesidad de asumir una postura como sujeto sexual y sexuado (Valsega, 2015) e inconscientemente dirige su sexualidad autoerótica hacia el mundo externo, fijando una elección del objeto de deseo para sus pulsiones (Freud, 1905).  Este proceso también depende de la identificación que se da con el Otro, la cual impulsa al individuo a internalizar este e imitarlo en sentido sexual también, como una manera de satisfacer el deseo del Otro (Alfandary, 2019). Tras este proceso de identificación, el sujeto significa la sexualidad o género que asume a través del uso del lenguaje, manifestándolo dentro del plano simbólico para entenderse y representarse como un miembro de una sexualidad u otra y de un género u otro (Valsega, 2015). Por otra parte, hablando de la diferencia entre la masculinidad y la feminidad, Freud (1905, 1933b) también reconoce que más adelante, cuando el infante asume una identidad sexual y de género, este aún carga con las huellas y rasgos propios del género opuesto dentro de su inconsciente. De aquí se puede observar cómo es que las cuestiones de sexualidad y género, ya sean en su desarrollo o en sus manifestaciones cotidianas, están entrelazadas con las relaciones que uno tiene con otros, las cuales también son afectadas por la sexualidad o el género que uno asume. Así, según el psicoanálisis, el género y la sexualidad se entienden como experiencias subjetivas que interactúan y chocan con una multitud de fenómenos socioculturales en su desarrollo, lo cual hace de estas experiencias unos eventos intersubjetivos que son atravesados por el lenguaje de manera fundamental, complicándolos y llevándolos más allá de consideraciones anatómicas. Por esto, como dice Gherovici (2017), el psicoanálisis abarca el género y la sexualidad como asuntos que son encarnados por el sujeto, partiendo de las relaciones que este tiene con su propio cuerpo y con los otros.

 Dicho eso, esta asunción de género y sexualidad es una que marca al sujeto, a nivel de su estructura subjetiva y hasta su ser, de manera traumática (Alfandary, 2019); es un proceso que pone al ser del sujeto en juego, que demarca su constitución fundamental de tal manera que influirá en las experiencias y relaciones del sujeto por el resto de su vida. Por lo tanto, la asunción de una sexualidad o un género también implica la represión, la pérdida, de todas las otras posibles maneras de ser sexual, y de manera tan inmediata, que no hay explicación ready-made que se le puede dar al individuo de por qué o cómo terminó identificándose con el género o la sexualidad con la cual se identifica; es una experiencia que se debe interpretar fenomenológicamente, ya que, a pesar de que existe la posibilidad de que la anatomía, la sociedad, la cultura, la familia o las experiencias hayan tenido algo que ver al momento del sujeto asumir un género (Gherovici, 2017), sigue siendo una experiencia de lo individual, perteneciente propiamente a la persona, su subjetividad y la historia que este cuenta. Tanta es la importancia de la sexualidad y el género para el individuo, junto a la experiencia de este con estos aspectos de su vida, que, para atender al inconsciente de un participante en un análisis, también hay que atender su identidad sexual (Gherovici, 2017). Esto es congruente con lo que expone Lacan (1953) al hablar de la importancia de considerar a la posición del sujeto dentro del lenguaje, escribiendo: “La prenda del análisis no es sino reconocer qué función asume el sujeto en el orden de las relaciones simbólicas que cubre todo el campo de las relaciones humanas y cuya célula inicial es el complejo de Edipo, donde se decide la asunción del sexo” (p. 111). Es por esta razón precisamente que no se pueden ignorar los asuntos de sexualidad y género al momento de abarcar la tarea de entender y ayudar a un individuo, por lo cual también hay que tomar en serio el discrimen contra individuos cuir, ya que este amenaza no solo su bienestar, sino su manera de ser en el mundo.

El psicoanálisis transgénero

 Empleando las teorías psicoanalíticas, podemos comprender al sujeto como uno dinámico y fluido, que desborda las clasificaciones que se le imponen desde temprana edad y que siempre está involucrado en su construcción perpetua. Dicha construcción se da a partir de las experiencias que el individuo tiene con los otros sujetos y la sociedad que habita. Igualmente, esto conlleva el uso y la participación significativa de este dentro del lenguaje. La psicoanalista Patricia Gherovici (2017) llama la atención a esto, comparando al sujeto a un poema, lo cual implica que este, a pesar de las categorías, los símbolos y roles que se le imponen, es más bien una “invención creativa” (p. 22), que se va haciendo nueva a pesar de intentos de encajonarlo. Para Gherovici es precisamente esto lo que caracteriza a la experiencia trans y lo que lleva a la autora a definirla como una “solución creativa” (p. 23) que le permite al individuo existir y gozar a pesar de las angustias que surgen por las exigencias sociales. No solo esto, sino que también es una manera del sujeto hacer de la vida algo habitable para él (Gherovici, 2017); es una manera de este sobrevivir y desenvolverse a pesar de encontrarse en una situación y un ambiente que lo amenaza.

 En su libro Transgender Psychoanalysis: A Lacanian Perspective on Sexual Difference¸ Patricia Gherovici (2017) escribe: “Analytic work delves into the complex relationship between the body and the psyche, highlighting the precariousness of gender, the instability of the male-female opposition, and the fragility of sexual identification […]” (p. 24). Así, se puede apreciar la concepción de la sexualidad y el género que nos brinda la teoría psicoanalítica, concepción que nos permite cuestionar lo que se considera “normal”, a la vez facilitando la deconstrucción de la idea que el desarrollo sexual o de género del sujeto tiende hacia algún destino natural. Esto se debe recordar, como señala Gherovici, si se quiere aportar a la despatologización de la experiencia trans. Para ella, el psicoanálisis ofrece un conocimiento muy valioso que enriquece la actividad política de repensar ciertas concepciones populares que existen de la experiencia trans, tal como el asociarla con una decisión consciente o con alguna enfermedad que requiere tratamiento. Además, las teorías de la sexualidad provenientes de Freud y Lacan pueden servir para nutrir a la teoría queer y evitar que esta caiga en esencialismos que encajonan y limitan a individuos (Valsega, 2015).

 No solo esto, sino que partiendo de lo que Freud y Lacan proponen acerca del desarrollo de la subjetividad y la identidad, también podemos entender el efecto que tienen la sociedad y la cultura sobre la formación y control del individuo, al igual que las angustias que surgen del choque entre las exigencias sociales y las exigencias intrapsíquicas. Aplicando esto a las experiencias de personas que no se identifican con un género o una sexualidad socialmente normalizadas, la teoría psicoanalítica nos facilita la comprensión de la experiencia precaria que se les impone por asumir maneras de ser distintas. De la misma manera, estas teorías facilitan entender el dolor y la angustia que causa el conflicto interno de tener que mantener una imagen corporal que no corresponde con la subjetividad de uno. Así, también se puede entender cómo es que transicionar es algo urgente para una persona que no se identifica con el género que se le ha impuesto, algo que no se debe a caprichos ni enfermedades, sino a una necesidad profunda que tiene que ver con la propia existencia.

Referencias

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Posted on December 6, 2021 .