El periódico bajo el mantel 

 Andrea I. Laó Martínez 
Programa de Estudios Interdisciplinarios 
Facultad de Humanidades, UPRRP 

Recibido: 18/09/2025; Revisado: 1/12/202; Aceptado: 1/12/2025 

Mi abuela lee el mismo periódico más de una vez, todos los días. Se sienta en su silla, y lee cada noticia con mucho detenimiento. No lo hace para tratar de entender su contenido mejor, sino porque no recuerda haberlo leído en el primer lugar. Antes, ella podía distinguir a cuál día le correspondía el periódico en sus manos y me contaba de qué trataba la noticia que estaba leyendo, pero ya no. Ahora se sienta en su silla, y hace el mismo comentario sobre la noticia que leyó una y otra vez. “¿Viste que botaron al presidente? Ese sí que se portó mal” me dice, apuntando una noticia del periódico de la semana pasada. Cuando se le ofrece otro periódico, deja el que tenía en las manos bajo un mantel, para que no se le olvide leerlo en la tarde. El mismo periódico se queda ahí, junto a muchos más, esperando a que alguien los reemplace por uno nuevo.  

Cuando mi abuela no está leyendo en su silla, se acuesta a dormir por mucho tiempo, pero no por toda la noche. Ella se despierta de madrugada, aun cuando el sol no ha salido. Es durante este periodo de tiempo, que su mente no se establece en un punto fijo de sus recuerdos; como si viviera varias etapas de su vida fuera de orden. La vez que pude ver esto con claridad, fue cuando me quedé en su casa durante un fin de semana. La vi caminando por la cocina en la oscuridad, y no parecía que reconocía dónde estaba. Cuando me vió, me pidió que le enviara unos documentos e insistía en que tenía que pagar por el estacionamiento para regresar a su casa. Ella decía que donde ella estaba no era su casa; sin embargo, no miró la nevera repleta de fotos de ella y mi padre, o a la pintura que hizo mi tío cuando tenía mi edad. Nunca la había visto tan ajorada y confundida en su propio hogar. Me sentí preocupada por ella, así que me quedé con ella por horas, velando que no se lastimara o que no saliera de la casa hacia el patio. Ella hizo lo mismo por mí cuando yo era una niña chiquita y pensé que solo era justo hacer lo mismo por ella, aun si no me reconocía como su nieta mayor.  

Hace más de un año que no escucho a mi abuela llamarme por mi nombre, pero aún así, se recuerda quién soy. No creo que ella sabe que soy su nieta, pero sí confía en mí. Pienso que esto es porque en su corazón, todavía me reconoce. Esa noche, cuando me tenía como compañía, ella volvió a un estado calmado. Se sentó nuevamente en su silla, comiendo uvas mientras leía el periódico que guardó debajo del mantel. Aunque no reconoce su casa, ella se siente cómoda en su espacio. Se quedó horas leyendo el mismo periódico. Por esas pocas horas, fue como si yo estuviera de vuelta a mi niñez y mi abuela estaba leyéndome el periódico mientras yo jugaba con la sección de los niños en otro periódico. La mayoría del tiempo se siente como si hubiese una imagen borrosa cubriendo las memorias que tengo de mi abuela. Reconozco que ella está ahí, pero se me hace más y más difícil encontrarla. Sin embargo, esa noche, pude ver a mi abuela claramente.  

Cuando terminó de leer, mi abuela regresó a su cuarto, y se durmió. Al irse fue como si la energía muriese, y la casa se volvió muy callada sin su presencia. Nunca se había sentido tan abrumador ver su silla vacía, y su periódico bajo el mantel. Recogiendo el plato de uvas vacío o lavando su vaso de agua se sintió como un recuerdo del presente. Quería que mi abuela regresara a bailar salsa conmigo o a chismear sobre las vecinas entrometidas con una taza de té, pero sé que eso no va a pasar otra vez. Sé que lo mejor que puedo hacer es guardar esos recuerdos, justo como mi abuela guarda su periódico para que luego pueda volver a verlos. Guardo esos recuerdos para conmemorar quién era mi abuela.  


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Posted on December 12, 2025 .